Ella era una giganta bella,
desnuda, de pechos inconmensurables y maravillosos que eran de su porte; podía
recostarse entre ellos y retozar como gato regalón, deslizar su lengua áspera
sobre los enormes pezones oscuros, abandonarse al placer del sueño. Él era
pequeñísimo si se lo comparaba con ella: raquítico, ínfimo, frágil, desnudo
también y tembloroso. Vaya pareja, cuando ella se lo ponía como oso de peluche
entre los senos soberbios para abandonarse a un dormir plácido, reconfortante,
rebosante de paz e inundado de esperanzas. Difícil adivinar quién resultaba
ganador en esta contienda cotidiana: acaso la magnitud ciclópea de la belleza o
el minimalismo del galán, o la simpleza del amor que fluía entre ellos por
encima de las abismales diferencias.
16 junio, 2016
10 junio, 2016
Doble de tiempo
Salgo muy apurado de mi casa,
quiero volver pronto. Veo que comienza el atardecer y más me apresuro. Corro
hasta el mercado y compro con prisa, sin regatear precios ni exigir marcas.
Pago y salgo a grandes zancadas con mis bolsos. Me sorprende que no sea de
noche; al revés, está más claro que cuando salí. Troto hasta llegar frente a la
casa. Por la ventana me veo preparándome para salir. Me siento en una banca,
perplejo. Paso ante mí, corriendo, y ni
siquiera me fijo en mí mismo. Desaparezco en la esquina. No sé qué hacer.
04 junio, 2016
La engañosa perfección
En mi papel estás perfectamente
impresa, con una fidelidad inigualable, como si fueras tú misma. Es imposible
que superes a este original. En realidad no existe nadie como esta imagen: no
puedes ser mejor. Qué resplandor, qué dechado de virtudes, qué senos, qué
labios tan delineados, qué sonrisa más maravillosa y convincente. Un auténtico
primor. No puedes existir. Por eso prendo fuego y el papel arde mientras te ves
tan bella y esplendorosamente refulgente justo antes de trizarte, retorcerte,
descascararte y desaparecer.
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