05 abril, 2016

El tenue límite entre la realidad y la ficción

   
Por esas casualidades inexplicables, desperté a medianoche justo en el momento en que el personaje –una muchacha bella, sencilla y osada- saltaba de una de las páginas del libro abierto sobre la mesa y golpeaba con denuedo la maciza puerta que se le ofrecía en la página opuesta. Contuve la respiración para no espantar aquel instante mágico. Tras una espera que me pareció larga, la pesada puerta chirrió sobre sus goznes oxidados y la muchacha ingresó a través de ella. No pude ver nada más, la entrada quedó cerrada y yo, extático, esperando. Aún estoy aquí, aterido, inquieto, temeroso de que la noche acabe y ella no regrese.

1 comentario:

Camino a Gaia dijo...

Casi siempre el dolor encuentra la criba y la realidad ya no tiene quien la quiera.
Un saludo

 
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