29 abril, 2015

Las aventuras de Sauriomán 4

Deyanira me persiguió la semana completa con sus tretas de gata regalona para conseguir el propósito que llenaba por completo su pequeña mente perversa: que le presentara al gran Sauriomán. No era la primera vez que recibía semejante requerimiento, aunque jamás lo había satisfecho, pese a la insistencia generosa de las féminas de turno. Las enloquecía la posibilidad de tener sexo con el superhéroe; seguramente las perras lo imaginaban dotado de una herramienta poderosa capaz de remontarlas al más placentero de los Nirvanas.
Deyanira era persistente con sus mejores artes logró convencerme. Mal que mal, a veces soy asequible y ella –hay que reconócelo- es exquisita. Un manjar de los dioses. En verdad, Sauriomán debiera quedar agradecido por mis buenos oficios, pero con él nunca se sabe. Su vida sexual es desconocida e inmiscuirse en ella constituía un enorme riesgo.
Calculé bien cuál podía ser el mejor momento. Una tarde apacible, a mitad de semana, antes de que los parroquianos atiborraran su bar de turno para invitarlo a interminables rondas y pedirle autógrafos, fotos, consejos…
Procedí y viendo terreno propicio, me senté a su mesa. Me regaló una de sus sonrisas amplias y temibles. Después me palmoteó con una de sus garras verdosas. Me animé.
-Tengo una amiga que quiere conocerte –declare con voz clara y firme.
-Vaya, ¿y qué es lo que quiere la dama?
-Que te la cojas… bueno, es mi interpretación.
-Temeraria –musitó-. Es peligroso coger con un tipo como yo –sus ojos verdes se posaron en mí con cierto viso de tristeza. Eso me pareció-. Tengo escaso autocontrol emocional. Y me gusta causar dolor. No puedo evitarlo.
-Entiendo. Las fortalezas son el reverso de las debilidades. Se lo explicaré.
-Te lo agradeceré. Lo correcto es que esté consciente de los riesgos.
-Eres un tipo correcto, Sauriomán –levanté mi copa y brindamos.
Después me fui a llamarla por teléfono para cumplir con el encargo. No tengo idea si se vieron o no. Tampoco volví a verla. Menos a preguntarle algo a Sauriomán. Pienso que fue lo más sabio.

25 abril, 2015

Las aventuras de Sauriomán 3

Las exequias presidenciales habían culminado el día anterior, pero el duelo nacional decretado se prolongaría todavía una semana. Sauriomán disfrutaba de su impunidad total -¿quién iba a osar interrumpirla?- y seguía dando largona a las festividades, acuciado por un séquito de admiradores que no mezquinaba brindis en su honor.  El fenecido hombre de estado era casi unánimemente odiado: tras cinco años de gobierno había acumulado una legión de enemigos poderosos.
Sauriomán bebía como cosaco en compañía de una cohorte integrada –seguramente- tanto por futuros clientes como por potenciales víctimas. Esa calidad estaría determinada por los imponderables designios del destino, como por la generosidad de los contratantes de sus servicios.
Un inoportuno tuvo la mala ocurrencia de intentar contratarlo para liquidar al obispo Vermes, reiteradamente acusado de pedofilia. El superhéroe le parió el pescuezo con un violento y seco giro de sus vértebras cervicales.
-Si bien se trataba de una causa noble –comentó nuestro reptilino ídolo-, no puedo permitir que cualquier pelafustán interrumpa mis festejos. Constituiría un funesto precedente.  Tengo legítimo derecho al descanso, igual que cualquier trabajador de nuestra patria, ¿Verdad?
La concurrencia asintió y brindó, obsecuente, y los festejos prosiguieron.
Dos días después, tras un meditado cálculo, decidí insistir en el punto. Odiaba lo suficiente al obispo Vermes, pero además me constaba que había sodomizado a los críos de un par de buenos amigos. Además, generosos. Primero ofrecí un lisonjero brindis. Sauriomán es sensible al halago.
-Valiente Sauriomán, el infeliz imprudente que murió el otro día…
-¿Qué pasa con ese inoportuno? –rugió el superhéroe, amenazante.
-Dijiste que su causa era justa. ¿Habrá muerto en vano aquella sabandija?
Sauriomán quedó pensativo unos minutos. Luego bebió un trago largo al seco y partió balanceándose a cumplir un destino mortal.
Gratis, además. Me echaría cien mil a la bolsa por cada padre, más la comisión. Me puse a rezar por su éxito, aunque era innecesario.





22 abril, 2015

Las aventuras de Sauriomán 2

Como siempre, estaba borracho como cuba en uno de los cuchitriles que acostumbraba a habitar. Me acerqué metiendo bulla para que no fuera a tomarlo desprevenido; se sabe que es peligroso cuando algo lo altera.
Abrió uno de sus ojos verdes, uno solo, como si fuera una entidad separada de él mismo. Esa maligna bola esmeralda se clavó en mí como una azagaya para escanearme interiormente. La mente de Sauriomán es como una computadora infalible: si alguna vez le hiciste un mínimo daño, te reconocerá y estás muerto. Yo, por suerte, estoy salvo, porque solo me debe buenos encargos y pagos generosos.
-Hola muchacho –abrió el otro ojo en señal de amistad-. Imagino que vienes por negocios. ¿Qué me traes?
-Por encargo de un buen amigo, quiero que te hagas cargo de un político corrupto.
Sauriomán sonrió con su ancha mandíbula de cocodrilo y por ella asomaron miles de dientes filosos como navajas.
-Es un encargo demasiado amplio –objetó-. Tendría que consagrar mi vida a su cumplimiento.
-Eres inmortal –repliqué-, tiempo no faltaría. Pero se trata de uno solo. El Presidente.
-Ni más ni menos –resopló el superhéroe, imitando una carcajada ahogada que resultó casi humana-, va a salir caro, pero imagino que contribuyentes a esta noble causa no faltarán…
-Aquí tienes doscientos mil, ¿alcanza?
-Si es el adelanto, sobra. Retira cincuenta mil, por favor. Tengo mis debilidades. Quisiera trabajar, al menos en parte, por placer.
-Supongo que no será una debilidad ética, ¿eh Sauriomán?
-Allá cada cual con lo suyo. Echemos unos tragos. Después iré a cumplir cometido, ¿estamos?
-Estamos –repuse.
Me concedía un honor inédito: beber con el futuro asesino del Presidente. Con timidez agregué las palabras que pugnaban salir de mi boca.
-¿Puedo pedirle al mozo que nos saque una foto?
Asintió y juro que fue uno de mis momentos más felices. Busca la imagen. Está en mi Facebook.



19 abril, 2015

Las aventuras de Sauriomán

Estaba borracho como cuba en el bar de mala muerte, tal como me habían dicho. Lo sacudí y abrió sus ojos verdes de saurio mortal. En menos de un segundo tenía su garra en mi cuelo, a punto de seccionarme la yugular.
-Vengo por negocios -expliqué.
Fueron las palabras mágicas.
-¿Cúanto y cuándo? –fue la pregunta de Sauriomán, a sabiendas de que cualquier misión sería cumplible.
-Cien mil –repuse-, aquí está la foto del fulano. No más tarde que mañana debe ser. En dos días proclamará su candidatura. No debe llegar ese momento.
Sauriomán enseñó su temible y formidable dentadura.
-Dalo por hecho, necesito mi adelanto. Se gasta en alcohol y rameras, ¿entiendes?
Le pedí un autógrafo después de pagarle. Adoro los superhéroes.





16 abril, 2015

Lobo escritor

A Juan A. Epple

Con su peluda y torpe zarpa, el Lobo aferró el lápiz grafito e inició la escritura de su primer y último microcuento, sabiendo que lo dedicaría a la Caperucita de sus sueños. Escogió un final feliz y lo borró con rabia. Lo cambió a un desenlace triste y se decepcionó. Optó por el final trágico, el clásico. Añadió el punto final y salió dispuesto a enfrentar su destino. 

12 abril, 2015

De utopías y antiutopías

Ray Bradbury se apareció en mi sueño a sabiendas que estaba obsesionado con el tema del título, escribiendo una ponencia para un congreso de escritores. No tengo claro si yo sabía que era un sueño: lo mismo da.  “Lo sé todo, no expliques nada. También que hablas de Farenheit 451”. “Tengo algo que mostrarte”. Tomé conciencia de que estábamos en un mundo extraño, oscuro como cuadro de Goya, empobrecido, iluminado por antorchas invisibles. Vagamos por calles ruinosas, nos embarcamos en microbuses deteriorados y llegamos a otros sectores tan pobres como los primeros. Era como si el país (si es que lo era) hubiera devenido en un humedal gigante, el delta de un río gigante. Entramos en una oficina, abrió unos anaqueles y sacó una caja. De ella extrajo unos manuales llenos de polvo y una pantalla táctil. “Esta es la clave del futuro”, dijo, “este programa”. Me mostró un código fuente escrito en un lenguaje medianamente entendible. “Léelo y entenderás de qué te hablo. Aquí están todas las respuestas acerca del futuro”. “Pero tú no sabes nada de computadoras”, espeté. Me miró con paciencia. “Además soy un conservador, ¿verdad?”, dijo, “mírate al espejo”. “Quizás la respuesta no esté adelante, sino atrás. Piénsalo bien”.

Desperté. Analizar el programa era un trabajo muy arduo. Quedó postergado para un futuro sueño. Tal vez lo tenga. Quizás alcance a descubrir lo que Ray anunció. Tal vez lo más importante lo dijo el final. En ese caso, el programa podría borrarse, daría lo mismo. Voy a pensarlo. 

10 abril, 2015

Una de zombies



De nuevo la idiotez del Día del Zombie. Me tienen hasta la tusa. Los ametrallo sin piedad con mi AK-30. Caen, pero vuelven a levantarse caminando grotescamente. Disparo de nuevo, pero cada vez llegan más. Caen muchos, pero vienen más. Me atrinchero en esta armería, totalmente solo. Estoy rodeado por millones de esperpentos. Les vuelo la cabeza a cien y aparece un millar más. Estoy perdido. En algún momento se acabará la munición o me quedaré dormido. Dejo esta historia como testimonio, ojalá alguien que no sea zombie pueda leerla. 

* Esta historia creo que me fue inspirada por PENTA SQM CAVAL

05 abril, 2015

Voyeur fracasado

En sus bellísimos senos, en lugar de pezones, tiene un par de ojos cautivadores que me observan con fijeza. Esto logra inhibirme. Apenas puedo verla con el rabillo del ojo unos instantes. Resulta imposible sostener esa mirada.

01 abril, 2015

El muro de los lamentos

La jirafa acudió al muro de los lamentos y se unió al hombre que estaba allí. Descendió un alienígena de su nave espacial y se allegó a los dolientes. Resucitaron Cristo, el Tiranosaurio Rex, Moby Dick y Artajerjes y fueron a desplegar sus quejas con ahínco. Llamaron al Eslabón Perdido y a unos seres del futuro: acudieron. En breve plazo, ante la muralla se constituyó una multitud quejosa, suplicante, como nunca se vio antes, y como jamás habrá de verse. No sirvió para nada. Se fueron agotando. Uno a uno, los emisores de lamentos se fueron retirando. Solo el hombre se quedó ahí. Persistió. No se me ocurre el significado de esta historia. 
 
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