26 julio, 2014

Dudas y flaquezas

El esqueleto estaba sentado sobre un sofá, muy erguido y con el cuello estirado para mirar por la ventana. Sus huesos eran firmes, gruesos y marfilados; tenía la apariencia de una estructura sólida, invulnerable. Afuera brillaba el sol con intensidad y la primavera dejaba caer su impronta cálida. El esqueleto deseó que los rayos amarillos acariciaran sus osamentas para espantar el frío que las trasminaba. No obstante, permaneció allí. No osó moverse. Es sabido que los esqueletos son considerados: no salen de sus escondites por temor a infundirnos pánico. Se quedan allí, atisban silenciosos desde sus refugios y reprimen su ansiedad de calor con singular firmeza. 

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