Para
convertirse en inmortal, diseminó su rostro
por doquiera en la red. Dejó fotografías, textos propios, biografías
pormenorizadas, noticias de su existencia, formularios con sus datos. Tras su
muerte esas huellas suyas quedaron dando vueltas en el éter electrónico hasta
el momento en que no hubo nadie que pudiera verlas. Entonces murió también su
recuerdo. Sin embargo, nadie lo supo. Quizás esa sea una manera de alcanzar la
eternidad.
05 enero, 2013
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2 comentarios:
Este micro me recuerda unas declaraciones que le oí a Roberto Bolaño. Afirmaba algo así como que dentro de mil años ni siquiera Cervantes o Sheakespeare serían leídos.
La eternidad es un concepto que me resulta difícil de comprender.
Un saludo.
Así es, Pedro, la eternidad es una ilusión apenas. Basta preguntarse quiénes eran los contemporáneos de Cervantes o Shakespeare; quién se acuerda de ellos...
Creo que era OScar Wilde quien preguntaba qué ha hecho la posteridad por nosotros...
Un saludo
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