Como un pálido y hambriento
vampiro, toda la vida me he alimentado de belleza en vez de sangre. La he
sorbido de libros, cuadros, ciudades, paisajes maravillosos. Succionando con
furia desde la garganta de museos, teatros, vestigios de civilizaciones
perdidas. Desde la imaginación de los otros.
Nada de aquello veo en el reflejo
que me observa impávido. Quizás esté allá adentro, oculto, preparando una
explosión.
1 comentario:
Me gusta porque me lleva a pensar en que los parásitos rara vez reflejan aquello de lo que se alimentan.
Buen micro, sin duda.
Un saludo,
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