23 noviembre, 2012

Auto intervención


Extraigo mi cerebro con cuidado y lo deposito sobre un plato. Es bastante más pequeño de lo que mi imaginación dictaba. Está cubierto en algunas partes por aditamentos oscuros como algas. Lo voy limpiando con un cuchillo filoso y mi entendimiento se aclara a medida que avanzo en la tarea. Secciono la gris materia y encuentro cientos de imágenes: algunas las borro, otras las conservo. Mi ánimo mejora ostensiblemente al final de la tarea. Siento la tentación de agregar recuerdos o capacidades, pero ignoro cómo hacerlo. Retorno el cerebro a mi cabeza. Me siento mejor. Suspiro, sonrío, me pongo de pie.

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