29 septiembre, 2012

En pos de la belleza


Comenzó a pintarse aquellas larguísimas uñas con inexplicable desazón. No las recordaba tan largas y curvas. No obstante aplicó con precisión el esmalte escarlata. De pronto descubrió que sólo tenía tres dedos escamados y extensos. Buscó el espejo y halló aquella cara emplumada, un pico aguzado y feroz. El cacareo surgió nítido, plañidero, como la carcajada final de un payaso.

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