28 noviembre, 2011

Farenheit 451


Se despierta siempre azorado, como si regresara a una vida que no le pertenece, y encuentra todo tan extraño y tan imposible. Por ejemplo, el lugar donde está; ahora mismo está en un hotel, en otra ciudad y en otro país. Un sitio que debe abandonar en unas horas para regresar a su departamento a miles de kilómetros, permanecer allí unos días y volver a viajar para alojar en otro hotel de otro país y en otra ciudad.

Ofrecerá conferencias, entrevistas, talleres, leerá sus trabajos. Le parece absurdo que sea un escritor y que tenga que viajar tanto. Que la gente que quiere esté tan lejos. Que la mujer que ama esté tan distante. Que lea un libro de un escritor (que conoció hace muy poco en una de esas ciudades que recorre) que tiene otra nacionalidad, pero que escribe sobre temas muy similares.

Imagina que existe porque otro escritor creó su historia y porque alguien lee esa historia. Y que si nadie más leyera esa obra podría ser el fin. Que amanece solo porque alguien ha vuelto a leer su historia.

Se ríe, sacude la cabeza e ingresa a la ducha. Abre la llave del agua caliente que cae sobre él acariciándolo, diluyéndolo, hasta que no queda nada, ni escritor, ni baño, ni hotel, ni ciudad, ni país. Nada.

12 noviembre, 2011

Grandes hazañas


La mayor hazaña de la fuerza aérea fue bombardear el palacio presidencial. La mayor hazaña del ejército fue ejecutar sumariamente a miles de compatriotas. La mayor hazaña de la policía fue espiar y perseguir a decenas de miles. La principal hazaña de la marina fue utilizar su buque escuela como centro de torturas. La principal hazaña de los políticos fue sepultar la democracia.
Tras tanta hazaña, el país quedó yermo, estéril, silencioso. Fue presa fácil para predadores y aves de rapiña. Entonces un astuto intelectual decretó el fin de la historia.

07 noviembre, 2011

Sociabilizando


La conoció una fría tarde de invierno muy lluviosa. En consecuencia, no salió de casa. Muy pocas veces se animaba a ir de paseo. Se instaló en su escritorio y se conectó al sistema de conversación. Allí estaba ella, destellando, “esperándome” pensó él. “Solita“ le respondió de inmediato, caso con ansiedad, leyó él. La invitó a salir y ella aceptó encantada. Concordaron en una visita virtual a un bar de Tokio. Bebieron, cada uno en su casa, el trago de su preferencia, mirando el perfecto escenario. Riñeron por cuestiones políticas que en verdad no les importaban demasiado. Por fin, exhausto, se desconectó. Inició un juego nuevo que le habían recomendado mientras reflexionaba acerca de la gran dificultad que encarnaban las relaciones humanas. Decidió no regresar por unos días al lugar de encuentros virtuales. No se le ocurrió nada más ese día.
 
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