30 octubre, 2010

De ranas y princesas


El príncipe besó a la rana y ésta se transformó en infanta. Al unísono el príncipe se convirtió en sapo. A ella no le gustó nada aquel anfibio, lo aplastó con su zapato de cristal y se cambió de cuento.

22 octubre, 2010

LAS CRIATURAS DEL CYBORG


Las criaturas del cyborg, novela, Diego Muñoz Valenzuela, Simplemente Editores, 2010, 212 pp.

Por Paulina Bermúdez Valdebenito


Comenzar a hablar de Las criaturas del cyborg, sin nombrar Flores para un Cyborg es casi imposible. En la novela que antecede a la que nos convoca hoy se cuenta la historia de Rubén Arancibia, un científico chileno que aprovecha el exilio para estudiar robótica en Dirtystone, Estados Unidos. Ese es el escenario en donde comienza la narración, nada más lejano de nuestro Chile post-dictadura. Pero es desde ahí, de donde Rubén evoca un Chile utópico, un país sin las trizaduras de una dictadura reciente, sin las marcas ni el dolor de tantas muertes. La añoranza de la calidez y la seguridad de la casa materna.

Rubén regresa a Chile acompañado de Tom, un cyborg que construye mientras terminaba su doctorado, quien lo acompaña en los últimos meses y se convierte más que en un amigo, un compañero de vida y experiencias, en su doble, pues está construido a su imagen y semejanza.

Las criaturas del cyborg nos sitúa en este punto, en el Chile actual, en donde aún quedan vestigios de lo que fue el gobierno militar, a pesar de llevar un buen tiempo en democracia, aun están latentes los vicios de la anterior dictadura. Antiguos torturadores están al mando del país, pues se encuentran firmemente ligados a importantes negocios que los relacionan con el gobierno actual.
Chile ya no es el país que Rubén añoraba desde la distancia, aun hay un velo que oscurece y atormenta al país, la corrupción está a la orden del día y la justicia se yergue como una utopía onírica.

Las criaturas del cyborg se presenta como una mezcla entre novela negra y ciencia ficción, en donde la historia y los personajes aportan una fuerte crítica social, que acompaña al tópico de la política chilena.

La novela narra de forma paralela la vida de Rubén Arancibia, el científico creador de Tom y la de Orlando Sánchez, un ex agente de seguridad de la dictadura chilena. Tom y su creador conforman la dupla que protagoniza esta novela cargada de humor e ironía, muy característicos de los textos de Diego Muñoz Valenzuela.

El personaje del androide se transforma a lo largo de la narración en el personaje principal de la historia, cuando regresa a Chile un personaje misterioso en busca de venganza. Se entremezcla el pasado oscuro con el presente de algunos personajes, algunos viven sumidos en la clandestinidad y la ilegalidad, y otros que se han insertado en la sociedad como empresarios, muy lejos de sus antiguos puestos de torturadores, agentes secretos y militares.
La novela realiza una relectura de nuestra historia, los personajes son totalmente posibles y verosímiles en nuestra sociedad, se hace una dura crítica a los sistemas judiciales, en donde resulta más seguro y rápido tomar la justicia por sus propias manos, nos hace recordar el pasado de una forma dolorosa y nos demuestra que el miedo y el horror aun están latentes.

La lectura se hace muy ágil, divertida, ya que la prosa de Diego (como buen escritor de minificción) siempre tiene la palabra precisa, el adjetivo justo, ni más ni menos. Es un gusto ir avanzando en la lectura y darse cuenta que está tan bien narrado, que las 212 páginas pasan volando y la historia tiene un peso suficiente como para enamorar al lector y saber llevarlo hasta la última página.

12 octubre, 2010

Superobesos 1

El hombre murciélago se calzó con notoria dificultad el ceñido traje de superhéroe. Tras una esforzada sucesión de forcejeos y contorsiones, logró introducirse en la malla.
Rollin estaba dedicado a contemplarlo con evidente regocijo. Cada cierto tramo soltaba una risita que procuraba ahogar presionando con las palmas su abultada barriga.
-¿De qué te ríes, cabrón? –espetó Guatman con evidente cólera.
El mofletudo Rollin quedó mirando atónito a su líder, con una mezcla de adoración y temor.
-Te queda chico el traje, Guatman, vas a tener que cambiar de talla.
-¿Y eso qué tiene de gracioso, pendejo? –preguntó enfurruñado el hombre de los cachitos- ¡Además, mira cómo te cuelgan las charchas!
Rollin quedó atribulado, como si se hubiera sumido en una profunda reflexión, lo cual era imposible.
-Mejor vamos a comer unos hot-dogs para consolarnos.
-Te admiro, Guatman –dijo el del antifaz, arrastrado por el arrobamiento-. ¿Y podremos agregar doble de patatas fritas y gaseosa extra large?
-Eso es. Vamos. ¡Qué difícil es nuestro trabajo de superhéroes, Rollin!
Partieron en el Batimóvil a la zona rosa. Pidieron unas cervezas y fueron emborrachándose poco a poco, hasta que sus cabezas se derrumbaron sobre la mesa, con las bocas abiertas, grotescamente despatarrados.
Allí despertaron de madrugada, solos, desnudos y desorientados. Habían desaparecido relojes, billetera, coche. Nada más les quedaban los antifaces y las orejitas de murciélago. Escaparon de allí corriendo a pie pelado, sacudiendo sus carnosidades, perseguidos por una jauría de niños interesados en sus últimas pertenencias y uno que otro quiltro vagabundo que olisqueó el perfume a salchichas.
 
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