29 agosto, 2010

Tragicomedia doméstica


Presionó el interruptor de la luz y se encendió el televisor. Apagó la estufa y se activó el despertador. Enfurecido, partió a la cocina para encender el hervidor, pero sólo consiguió activar la calefacción. Abrió el refrigerador y saltó el tostador. En vez de servirse un vaso de agua, activó el regadío automático. Desesperado, salió de la casa y trató de arrancar el automóvil. Se encendieron todas las luces de la casa. Presionó el control remoto del portón automático para escapar y se activó la alarma. Arrastrado por una mezcla de desazón y miedo, hundió con fuerza la bocina. Entonces todo se fue a negro.

22 agosto, 2010

Lepidópteros


A Chuang Tzu le dio por transformarse en vampiro. Hurgó en sus sueños hasta que dio con Drácula. Dejó que el conde lo mordiera y le extrajera hasta el último ápice de su sangre. Chuang Tzu murió a la luz de la luna llena. Al poco rato despertó y se convirtió en mariposa. Trató de seguir al príncipe de la noche, pero este desapareció tras una terrible y humillante carcajada.

Desde entonces se lo pasa libando el néctar de las flores. Las sobrevuela un rato antes dejarse caer con violencia sobre ellas. Las acomete con furor ridículo y procede a libarlas sin compasión. Después, extenuado, se deja arrastrar por el sopor. Y sueña.

14 agosto, 2010

Tiempos modernos


Cobró el sueldo. Pagó la hipoteca, la cuota del préstamo, las tarjetas de crédito, la colegiatura de los hijos, las cuentas de servicios. Comprobó que no le restaba un céntimo. Besó a sus retoños y a su mujer. Se acostó. Cerró los ojos y se durmió. Soñó con su madre. Era un bebé feliz. Le prodigaban besos y lo cargaban a todas partes. Sonó el despertador.

07 agosto, 2010

El reposo


Don Zenón estaba dichoso porque su cumpleaños número sesenta y cinco se acercaba vertiginosamente junto con el momento de la jubilación. Incluso alcanzó a organizar una magna celebración con parientes y amigos. Sin embargo, unos días antes de que el plazo se cumpliera, el gobierno promulgó la ley que extendía el retiro hasta los setenta años. Se deprimió intensamente. ¡Cinco años más!, se quejaba amargamente. Finalmente se resignó.
Arrastrando los pies y una sarta de enfermedades crónicas, Zenón logró mantenerse activo y acercarse a la condición de septuagenario. Su empleador tuvo a bien mantenerlo en su puesto. Esta vez –viendo acercarse la fecha del aniversario- se abstuvo de organizar celebraciones a pesar de la alegría que lo embargaba. Se había convertido en un supersticioso.
Argumentando razones fundadas en la crisis mundial de las finanzas y el espectacular alargamiento de la vida humana, el gobierno anunció una nueva extensión del plazo. Setenta y cinco fue la nueva meta. ¿Quién iba a emplear a un viejo hasta aquella edad? Nadie, se respondía.
Así fue. Su empleador le dijo que hasta allí no más llegaban, y Zenón lo comprendió. Su rendimiento era precario en extremo. Resolvió gastar sus ahorros en un quiosco de bebidas y golosinas y se instaló allí a esperar el nuevo vencimiento.
Allí está, esperando. Lo veo cada día cuando llego a mi trabajo. Paga religiosamente las imposiciones con sus menguadas ganancias. Eso me ha contado don Zenón. ¡Qué paradoja! -suele decirme con voz cascada cuando le compro galleticas- Cualquier día ponen la jubilación a los ochenta. ¡Pero no van a derrotarme!
Nunca le contesto. Arrastro mis piernas en dirección a mi trabajo sumido en profundas reflexiones filosóficas. Por las noches sueño que soy un conejo corriendo contra una tortuga que me lleva una ínfima ventaja. Jamás la alcanzo, por más que corra. La tortuga tiene el rostro de don Zenón. Idioteces que sueño.

01 agosto, 2010

Amor eterno


No debiste dudar de mi amor, le dijo con voz cadenciosa, pues éste será eterno. Después diestramente le clavó el punzón en el pecho. Ella abrió los ojos, suspiró, y se despidió de este mundo.
Vaciada de sangre, su piel quedó aún más alba. Estaba desnuda, con los ojos cerrados. Él la poseyó con furia, con pasión, con delirio; lloró sobre ella tras desprender el fluido de la vida. Luego la limpió escrupulosamente con una esponja humedecida y la acomodó en una nevera.
Te amaré por siempre, dijo. La besó y deslizó la tapa.
 
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