09 septiembre, 2009

El sitio


Está el castillo sitiado por un ejército enemigo. Quienes resisten en la fortaleza de piedra padecen de sed, hambre y fatiga. Desesperado por el asedio, el Barón hace llamar al Mago, quien ejecuta un sortilegio de inversión; ahora es el ejército invasor quien resiste dentro del castillo y son las fuerzas del Barón las que hostilizan a los defensores.
El Amo de los enemigos despierta sobresaltado y sorprendido por su propio sueño. Ordena el ataque.
El Barón despierta en su sillón señorial, donde lo había vencido el cansancio; escucha los clarines del combate y corre para organizar la defensa.
Bulle entonces la carcajada del Mago por almenas, fosos y puentes levadizos, por el llano. Lanza sus sortilegios maravillosos. Ríe.
El Barón nada oye y carga furiosamente con sus hombres hacia los torreones.
El Barón no escucha sino los gritos de sus enemigos y desenvaina la espada para la que será, acaso, su última batalla.

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