01 marzo, 2009

Amores insectiles 2


El ardoroso hombre mosca perseguía a la mujer araña obedeciendo a su instinto masoquista. La mujer araña miraba con simpatía los afanes del humanizado díptero y escapaba coquetamente. Por fin, la alcanzó y la poseyó con ferocidad; luego –resignado- le ofreció su cabeza en calidad de manjar. Sin embargo, ella lo besó con pasión. Él, sorprendido, la increpó con dureza, insistió en que debía devorarlo. La mujer araña se rindió ante tal majadería y le inyectó su toxina digestiva. Estaba delicioso: se arrepintió de sus vacilaciones. Eso del amor es una bobada, concluyó. Y salió a la caza de galanes.

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