08 abril, 2008

La habitación azul

Despierto en una habitación azul pastel, tapizada de cuadros de vivos colores. El cubrecamas es carmesí. Por una ventana entra el aire fresco del campo. Los objetos se ven levemente alargados, como en un cuadro del Greco o de Modigliani. Me incorporo y miro el piso de tablas resquebrajadas, donde se mezclan tonos de café y verde. Asomo la cabeza por la ventana y veo que es noche: inmensas estrellas como soles cuelgan del cielo. Me encuentro con el espejo. Unos ojos azules fulgurantes me contemplan bajo una cabellera roja y revuelta. El aire se revuelve en derredor, forma corrientes de color. Entonces comprendo quién soy. Tomo la navaja y corto mi oreja. La sangre brilla como mil soles furibundos y caigo entre lirios, girasoles y campos de trigo infinitos.

2 comentarios:

Manuela Fernández dijo...

Tal vez ocurriera así. Lo que pase por la cabeza de alguien como VAn Gogh, después de haber estado toda una noche soñando, debe de ser tremendo.
Por cierto, me gusta su blog. Un saludo.

Juan Carlos Sánchez dijo...

aquí percibo el mismo tema de las cirugías, el de la identidad, pero bajo un prisma completamente diferente. Al igual que en los otros casos se trata de una intervención corporal, se sigue la línea piercing-cirugía-cercenación de la oreja. Sin embargo, al parecer en este relato no se encuentra esa carga de negatividad respecto a la intervención corporal. En los otros la intervención "destruye" al sujeto, en este caso la intervención (el corte de la oreja) viene a reafirmar la identidad del sujeto. ¿Será quizás que el autor piensa que la única forma en que una intervención en la estructura del sujeto constituya una acción válida, sea al interior de una obra de arte? No es menor el hecho de que el protagonista, en este caso, se encuentre, "dentro" del cuadro de Van Gogh. Percibo que se establece una dicotomía entre Arte y Realidad, dicotomía en donde se postulan normas o leyes distintas para cada ámbito. En el ámbito de la realidad debe aceptarse la noción de un sujeto fijo y móvil que ha ser protegido o respetado; en el ámbito del arte se acepta la creación de subjetividades diversas. ¿Será que el autor defiende un esencialismo, por una parte, y al arte como una manera de escapar de ese esencialismo? Desde mi punto de vista, en la misma realidad es posible percibir diariamente este mecanismo de creación subjetiva autopoiética, si se quiere. Creo que en cada momento realizamos el gesto de cortarnos la oreja para convertirnos en Van Gogh. Eso es precisamente lo que propone Althusser con su teoría de los Aparatos Ideológicos de Estado: el individuo es interpelado por el Gran Otro simbólico, y a partir de esa interpelación deviene sujeto. Tal es el caso del relato... el personaje es interpelado en el sentido de que "despierta" ya en una posición, al interior del cuadro de Van Gogh y, al mirarse al espejo, descubre finalmente que él es Van Gogh, que ha sido interpelado como Van Gogh. No puede hacer otra cosa que cortarse la oreja, un gesto finalmente vacío que viene a corroborar que ha caído presa inevitablemente de esa interpelación. Me gustó este texto. Creo que logra una profundidad interesante en muy pocas líneas. Sobre todo creo que presenta una tensión temática con los otros, puesto que aquí el sujeto se crea con la intervención, y en los otros el sujeto se destruye.

 
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