26 abril, 2008

Contorsionista


Se dobló hacia abajo en un ángulo imposible mientras al público se le cortaba la respiración. Su cabeza quedó adherida a la columna vertebral; sus brazos giraron como aspas a vertiginosa velocidad. Encogió las piernas para dar un salto y abrió una boca gigantesca para devorarse a sí misma. Desapareció. El público aplaudió a rabiar, desconcertado. Jamás regresó.

1 comentario:

Sergio P. Migoya dijo...

Muy bueno, aunque yo me habría parado en "... a rabiar".

 
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