03 noviembre, 2007

“Microcuenteros hay muchos, pero microcuentistas muy pocos”


Diego Muñoz Valenzuela presenta su libro de minirrelatos “De monstruos y bellezas”

Destacado autor de miniaturas literarias, el escritor desconfía del actual boom del género y declara que él escribe debido a su “beligerancia ante las manifestaciones negativas del sistema social y económico”.

por Leonardo Sanhueza
diario LAS ÚLTIMAS NOTICIAS, domingo 23 de septiembre de 2007


Diego Muñoz Valenzuela es uno de los escritores más quitados de bulla de la escena literaria actual. Tranquilo por las piedras, ha publicado seis libros, los que sin estruendos lo han situado como uno de los narradores más sólidos de su generación.

En el colmo del bajo perfil, su género predilecto es el cuento, en especial el microcuento o relato extremadamente breve –a veces sólo un par de líneas-, ámbito en el que Muñoz ha figurado como destacado cultor desde la década del setenta, y al que pertenece su más reciente libro, De monstruos y bellezas, que ha aparecido bajo el sello editorial de Mosquito.

Con sus cuatro piezas iniciales remitidas al quizás más famoso microrrelato que existe (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, de Augusto Monterroso), el volumen muestra de entrada sus cartas en el juego de la literatura minúscula, que actualmente parece pasar por una especie de boom.

Al respecto, Muñoz se muestra más bien escéptico.
-Ojalá existiera –dice- un verdadero boom del microrrelato en su forma literaria más acabada.
-¿No lo hay?
-Es un género que está teniendo algún impacto en los medios, porque genera la ilusión de cualquier ingenioso conjunto de palabras que remede una historia viene a constituirse en una minificción. La rigurosidad y la creatividad requeridas para dar a luz un buen microcuento alcanzan niveles bastante altos. Quiero decir, micro-cuenteros hay miles, pero micro-cuentistas muy pocos.
-¿A qué se debe esa escasez?
El propósito de un micro-cuento es ante todo estético. Eso deja fuera a los chistes, por ejemplo. El dinosaurio de Monterroso, más allá de su concisión extrema, es un excelente ejemplo de la potencia de este género: sugerente, impactante, capaz de inducir una multiplicidad de significados y reflexiones en el lector. En contraste, me aterra que se imponga lo pedestre, la trivialidad, el ingenio barato, la pobreza de lenguaje, el efectismo. La antiutopía convertida en realidad. Aunque quizás ya vivimos en ella.

Varios de los microrrelatos de Muñoz abordan aspectos de la vida actual, con personajes como el Homo Crediticius, que vive endeudado, o el Quijote que, rumbo a su casamiento con Dulcinea, no le hace caso a su insistente –y quizás muy urgente para el novio- teléfono celular.

-Inevitablemente, involuntariamente –explica el narrador-, relaciono la vida con la literatura. Mis preocupaciones literarias provienen de la realidad, de mi disconformidad con el mundo en que vivo. La principal razón para escribir, en mi caso, surge de una beligerancia ante las manifestaciones negativas del sistema social y económico: manipulación, superficialidad, abuso, dominación, injusticia. En todo caso, no planifico las temáticas en mis cuentos. Las historias nacen solas, son criaturas vivas que se alimentan por igual de literatura, imaginación y vida social.

Recuadro: Arreglines y criticones

Ganador , en dos oportunidades, del codiciado Premio del Consejo Nacional del Libro a las mejores obras literarias, Diego Muñoz le echa en uno de sus cuentos una repasada al mundillo de los concursos, jurados y presuntos arreglines, cuyas encendidas polémicas, a la larga, parecen más bien caídas del catre.

-Muchos colegas –señala- motivados por la escasez de privilegios y por sus necesidades, que son auténticas, caen en la tentación de manipular, criticar, descalificar, acusar y envilecer lo poco que tenemos en materia de compensaciones. Estoy muy lejos de creer que todos los premios y becas estén manipulados: esa sería una visión injusta y paranoica.

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